lunes, junio 18, 2012

El civismo de los capiateños es digno de ser imitado

En coincidencia con la reciente conmemoración del Día de la Paz del Chaco, unas 10.000 personas marcharon pacíficamente por las calles de Capiatá instando a la ciudadanía a hacer valer la soberanía popular con el lema de “procuremos ser héroes hoy”, exigiendo a las autoridades municipales, la Junta de Saneamiento y otras instituciones públicas el cumplimiento de sus obligaciones con la comunidad, al tiempo de exhortar a sus conciudadanos a “despertarse” contra la corrupción y la impunidad. 
Los servidores de la voluntad popular en el poder público están obligados a atender sus reclamos. 
De una buena vez, la clase política paraguaya debe comprender que el pueblo está decidido a cambiar el curso de la historia de la Nación, y que lo quiere hacer por la razón y no por la fuerza. 

En coincidencia con la conmemoración del Día de la Paz del Chaco que marcó el fin de la cruenta guerra con Bolivia en defensa de la heredad nacional, el pasado 12 de junio unas 10.000 personas marcharon pacíficamente por las calles del microcentro de la ciudad de Capiatá instando a la ciudadanía a hacer valer la soberanía popular con el lema de “procuremos ser héroes hoy”, exigiendo a las autoridades municipales, la Junta de Saneamiento y otras instituciones de servicio público el cumplimiento de sus obligaciones con la comunidad, al tiempo de exhortar a sus conciudadanos a “despertarse” contra la corrupción y la impunidad.

No ha sido esta la primera protesta llevada a cabo por los habitantes de dicha ciudad. Se trata de la quinta manifestación popular de reclamo organizada por la parroquia Virgen de la Candelaria y la Contraloría Ciudadana de la comunidad. Tras un recorrido por las calles céntricas y con paradas puntuales frente al hospital distrital, la Junta de Saneamiento, la Junta Municipal y la Municipalidad, con exclamaciones de “fuera la corrupción”, la marcha de protesta concluyó con un evento artístico en homenaje a los héroes de la Guerra del Chaco.
“Estamos logrando cada año que más gente se sume a un grupo pequeño que denunciamos las irregularidades. 

Cuando el pueblo sale a las calles, ahí recién la Contraloría y la Fiscalía pueden hacernos caso. Nos pasamos denunciando la corrupción imperante, pero hacen poco y nada, y con la impunidad siguen los saqueos al pueblo”, señaló Emilio Sosa, de la Contraloría Ciudadana.
Si recordamos –salvando distancias– que la reciente revuelta de los pueblos árabes que acabó con tres dictaduras sultanísticas del Medio Oriente tuvo como detonador la autoinmolación de un humilde vendedor callejero tunecino de 26 años cuyo nombre ha pasado a la historia, Mohamed Bouazizi, quien se prendió fuego porque la policía le confiscó su carrito de frutas con el que se ganaba la vida, el pueblo paraguayo que vive en libertad, aunque no en verdadera democracia, no necesita una víctima propiciatoria para alzarse en masa contra la corrupta élite política empotrada en los tres Poderes del Estado desde hace más de dos décadas.

Cuando el pueblo paraguayo celebró con júbilo la caída de la dictadura, tuvo la ilusión de la esperanza en un sistema de gobierno genuinamente democrático, ELEGIDO por el voto popular libremente expresado en las urnas y no más de lo mismo, impuesto por oligarquías partidarias corruptas. Lástima grande fue que la clase política que tuvo en sus manos el destino político de la República con el advenimiento de la libertad haya desperdiciado la oportunidad de implantar en el país un sistema verdaderamente democrático. Por causa de eso, los gobernantes que tenemos hoy en día, en vez de asumir responsabilidad ante el pueblo, la asumen ante sus jefes partidarios que los catapultaron a la función pública para servir a intereses sectarios antes que al bien común.

Si tenemos que atenernos a sus resultados, las instituciones democráticas de fachada consagradas en la Constitución nacional difieren muy poco de las que disponíamos durante la dictadura, pues ambas cuentan en común el cercenamiento del derecho básico de elegir que tienen los ciudadanos en la democracia representativa. Irónicamente, como resultado tenemos que el pueblo ha caído de la sartén al fuego al cambiar una forma de dictadura por otra semejante, excepto por la vigencia de la libertad que antes no existía. Así las cosas, los paraguayos tenemos hoy el gran desafío de acabar con esta autocracia partidista que cercena nuestros derechos ciudadanos, reduciéndonos a la vil condición de eunucos, cívica y metafóricamente hablando.

La digna y altiva comunidad de Capiatá nos ha demostrado que la única estrategia eficaz de lucha contra las corruptas élites políticas de antigua y nueva extracción detentoras del poder estatal es la presión popular que las haga retroceder hasta un punto de no retorno. En el comienzo fueron apenas un puñado de hombres y mujeres, jóvenes mayoritariamente. Pero con el correr del tiempo, el número fue creciendo hasta llegar a 5.000 personas el año pasado, y a 10.000 en esta última ocasión. Si sus autoridades siguen desoyendo sus reclamos, el próximo año los indignados capiateños serán 20.000, y así sucesivamente hasta lograr el saneamiento moral de las instituciones del Estado que sirven a su comunidad.
Con prensa libre e independiente y redes sociales de comunicación al alcance de la mano, la ciudadanía debe seguir presionando al Congreso por el desbloqueo total de las infames “listas sábana”, que son el peor resabio imaginable de la tiranía que tuvimos que soportar por casi 35 años. La ciudadanía debe rechazar “in límine” los pueriles pretextos burocráticos esgrimidos al unísono por la mayoría de los legisladores, las cúpulas partidarias, la propia Justicia Electoral y hasta por el presidente del “cambio”, Fernando Lugo.

Las convocatorias ciudadanas para exigir el fin de la tiranía electoral que desnaturaliza nuestra democracia deben continuar con más fuerza cada vez. La voluntad popular no tiene opciones. Sus servidores en el poder público están obligados a atender sus reclamos, punto. Pero no lo van a hacer hasta que perciban que el estoicismo del pueblo está llegando a su límite. Así sucedió recientemente en Túnez, en Egipto y en Libia, y está a punto de suceder en Siria.

De una buena vez, la clase política paraguaya debe comprender que el pueblo está decidido a cambiar el curso de la historia de la Nación, y que lo quiere hacer por la razón y no por la fuerza.
fuente.abc.com 

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