En coincidencia con la reciente conmemoración del Día de la Paz del
Chaco, unas 10.000 personas marcharon pacíficamente por las calles de
Capiatá instando a la ciudadanía a hacer valer la soberanía popular con
el lema de “procuremos ser héroes hoy”, exigiendo a las autoridades
municipales, la Junta de Saneamiento y otras instituciones públicas el
cumplimiento de sus obligaciones con la comunidad, al tiempo de exhortar
a sus conciudadanos a “despertarse” contra la corrupción y la
impunidad.
Los servidores de la voluntad popular en el poder público
están obligados a atender sus reclamos.
De una buena vez, la clase
política paraguaya debe comprender que el pueblo está decidido a cambiar
el curso de la historia de la Nación, y que lo quiere hacer por la
razón y no por la fuerza.
En coincidencia con la conmemoración del Día de la
Paz del Chaco que marcó el fin de la cruenta guerra con Bolivia en
defensa de la heredad nacional, el pasado 12 de junio unas 10.000
personas marcharon pacíficamente por las calles del microcentro de la
ciudad de Capiatá instando a la ciudadanía a hacer valer la soberanía
popular con el lema de “procuremos ser héroes hoy”, exigiendo a las
autoridades municipales, la Junta de Saneamiento y otras instituciones
de servicio público el cumplimiento de sus obligaciones con la
comunidad, al tiempo de exhortar a sus conciudadanos a “despertarse”
contra la corrupción y la impunidad.
No ha sido esta la primera
protesta llevada a cabo por los habitantes de dicha ciudad. Se trata de
la quinta manifestación popular de reclamo organizada por la parroquia
Virgen de la Candelaria y la Contraloría Ciudadana de la comunidad. Tras
un recorrido por las calles céntricas y con paradas puntuales frente al
hospital distrital, la Junta de Saneamiento, la Junta Municipal y la
Municipalidad, con exclamaciones de “fuera la corrupción”, la marcha de
protesta concluyó con un evento artístico en homenaje a los héroes de la
Guerra del Chaco.
“Estamos logrando cada año que más gente se
sume a un grupo pequeño que denunciamos las irregularidades.
Cuando el
pueblo sale a las calles, ahí recién la Contraloría y la Fiscalía pueden
hacernos caso. Nos pasamos denunciando la corrupción imperante, pero
hacen poco y nada, y con la impunidad siguen los saqueos al pueblo”,
señaló Emilio Sosa, de la Contraloría Ciudadana.
Si recordamos
–salvando distancias– que la reciente revuelta de los pueblos árabes que
acabó con tres dictaduras sultanísticas del Medio Oriente tuvo como
detonador la autoinmolación de un humilde vendedor callejero tunecino de
26 años cuyo nombre ha pasado a la historia, Mohamed Bouazizi, quien se
prendió fuego porque la policía le confiscó su carrito de frutas con el
que se ganaba la vida, el pueblo paraguayo que vive en libertad, aunque
no en verdadera democracia, no necesita una víctima propiciatoria para
alzarse en masa contra la corrupta élite política empotrada en los tres
Poderes del Estado desde hace más de dos décadas.
Cuando el pueblo
paraguayo celebró con júbilo la caída de la dictadura, tuvo la ilusión
de la esperanza en un sistema de gobierno genuinamente democrático,
ELEGIDO por el voto popular libremente expresado en las urnas y no más
de lo mismo, impuesto por oligarquías partidarias corruptas. Lástima
grande fue que la clase política que tuvo en sus manos el destino
político de la República con el advenimiento de la libertad haya
desperdiciado la oportunidad de implantar en el país un sistema
verdaderamente democrático. Por causa de eso, los gobernantes que
tenemos hoy en día, en vez de asumir responsabilidad ante el pueblo, la
asumen ante sus jefes partidarios que los catapultaron a la función
pública para servir a intereses sectarios antes que al bien común.
Si
tenemos que atenernos a sus resultados, las instituciones democráticas
de fachada consagradas en la Constitución nacional difieren muy poco de
las que disponíamos durante la dictadura, pues ambas cuentan en común el
cercenamiento del derecho básico de elegir que tienen los ciudadanos en
la democracia representativa. Irónicamente, como resultado tenemos que
el pueblo ha caído de la sartén al fuego al cambiar una forma de
dictadura por otra semejante, excepto por la vigencia de la libertad que
antes no existía. Así las cosas, los paraguayos tenemos hoy el gran
desafío de acabar con esta autocracia partidista que cercena nuestros
derechos ciudadanos, reduciéndonos a la vil condición de eunucos, cívica
y metafóricamente hablando.
La digna y altiva comunidad de
Capiatá nos ha demostrado que la única estrategia eficaz de lucha contra
las corruptas élites políticas de antigua y nueva extracción detentoras
del poder estatal es la presión popular que las haga retroceder hasta
un punto de no retorno. En el comienzo fueron apenas un puñado de
hombres y mujeres, jóvenes mayoritariamente. Pero con el correr del
tiempo, el número fue creciendo hasta llegar a 5.000 personas el año
pasado, y a 10.000 en esta última ocasión. Si sus autoridades siguen
desoyendo sus reclamos, el próximo año los indignados capiateños serán
20.000, y así sucesivamente hasta lograr el saneamiento moral de las
instituciones del Estado que sirven a su comunidad.
Con prensa
libre e independiente y redes sociales de comunicación al alcance de la
mano, la ciudadanía debe seguir presionando al Congreso por el
desbloqueo total de las infames “listas sábana”, que son el peor resabio
imaginable de la tiranía que tuvimos que soportar por casi 35 años. La
ciudadanía debe rechazar “in límine” los pueriles pretextos burocráticos
esgrimidos al unísono por la mayoría de los legisladores, las cúpulas
partidarias, la propia Justicia Electoral y hasta por el presidente del
“cambio”, Fernando Lugo.
Las convocatorias ciudadanas para exigir
el fin de la tiranía electoral que desnaturaliza nuestra democracia
deben continuar con más fuerza cada vez. La voluntad popular no tiene
opciones. Sus servidores en el poder público están obligados a atender
sus reclamos, punto. Pero no lo van a hacer hasta que perciban que el
estoicismo del pueblo está llegando a su límite. Así sucedió
recientemente en Túnez, en Egipto y en Libia, y está a punto de suceder
en Siria.
De una buena vez, la clase política paraguaya debe
comprender que el pueblo está decidido a cambiar el curso de la historia
de la Nación, y que lo quiere hacer por la razón y no por la fuerza.
fuente.abc.com
fuente.abc.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por su comentario.