El entusiasmo y fervor previos, las grandes expectativas y la plena confianza de seguir avanzando con seguridad en las finales de Itapúa, en cuestión de minutos, pasaron en convertirse en momentos de terror, incredulidad y asombro.
Bien temprano del juego, la noche se presentó para Capiatá y sus seguidores mucha más densa, espesa y obscura.
Ni el más pesimista se iba a imaginar que antes de los cinco minutos ya perdíamos 2 - 0. Sin embargo, por un instante todos pensábamos que era nada más que un accidente del juego y que el equipo iba a reaccionar y cambiar el curso del partido. Lamentablemente tal cosa no ocurriría nunca.
No paso mucho para que los chaqueños marcaran el tercero y el cuarto. La cosa se complicaba de sobremanera. Villa Hayes vapuleó a Capiatá que seguía perdido en la cancha.
Los hayenses tuvieron tiempo para marcar dos goles más para que el primer tiempo termine con un categórico 6 - 0. Capiatá fue superado en todas sus lineas y jamás reaccionó ante los embates del rival.
El panorama se presentaba horrible, pero aún había una pequeña esperanza de que en el segundo tiempo obre el milagro y puedan aparecer la experiencia y la capacidad, especialmente de los refuerzos, para mejorar las cosas.
Esta pequeña esperanza pronto se diluyó, por que apenas arrancó el segundo tiempo, fue de nuevo Villa Hayes que aumentaba el tanteador. Los hermanos Ayala y Renault simplemente fueron imparables para los capiateños.
Las principales figuras de Capiatá estaban perdidos y desorientados. El arquero Cristian Garcete, con toda su experiencia se veía dubitativo y nervios. Los hermanos Adam y Pitu Román jamás aparecieron. Pitu caminaba en la cancha, sin ánimo, sin convicción, muy por el contrario de partidos anteriores. Dario Herrera intentaba pero no le salía nada ante el buen planteamiento del rival y el poco acompañamiento de sus compañeros.
Las veces que ingresaban los jugadores de la casa, Leo Benítez, Federico Ocampos, Patito Medina ponían alma y corazón en cada jugaba. Ocampos fue quien convirtió el único tanto del descuento. Echeverria ingresó y tuvo tan mala fortuna que en poco tiempo tuvo salir por dos tarjetas amarillas.
El técnico José Sánchez estaba perdido en la banca, no sabía que hacer. En uno de los últimos intentos por mejorar algo se jugó al límite, sacando al portero y enviando al arco a Dario Herrera, para tener el quinto jugador e intentar con remates de Herrera y pases certeros llegar al arco rival. Sin embargo esto también significaba exponer al máximo al equipo. El plan tampoco funcionaría, todos los remates de Herrera eran interceptados por los jugadores de Villa Hayes que salían con un rayo y ya estaban frente al arco de Capiatá. Ya no había caso llegaría tres goles más para el 10 - 1, festín hayense y la humillación capiateña.