Un chofer de ómnibus corrió cinco cuadras para recuperar un teléfono que
dos personas robaron a una pasajera del colectivo que conducía. Esta es
su historia.
El chofer de cualquier colectivo puede convertirse en un rostro más
del día a día rutinario, dentro de la jornada laboral, del camino de
vuelta a casa, del transporte urbano.
Pero este no es el caso de Miguel González (24), chofer de la Línea 52-1, empresa “La Candelaria”, de Capiatá.
Eran
cerca de las 20:00 del martes 9 de abril cuando dos jóvenes subieron al
autobús Mercedes Benz que González conducía desde Capiatá hasta la
planta de Petropar, en Villa Elisa. Los dos jóvenes resultaron ser
malvivientes y le robaron el celular a una de las pasajeras del
colectivo, a la altura del Mercado de Abasto, y luego se echaron a
correr.
La instintiva reacción de González fue detener la marcha del autobús, bajar y correr detrás de los ladrones. Corrió cinco cuadras y alcanzó al que tenía el teléfono.
“Ñorairope” (con forcejeo), dijo González a ABC Color cuando se le preguntó cómo recuperó el teléfono de la pasajera.
Miguel González conduce desde los 17 años y lo hace en líneas regulares desde “hace tres o cuatro años”.
Cuenta que no es la primera vez que le pasa, y cuando se le preguntó si no tiene miedo de una posible venganza de los “caballos locos”, o de si se le hubiera robado el colectivo al haberlo dejado a la deriva por varios minutos, respondió: “¿Por qué habría de tener miedo?”.
El chofer es huérfano de padre y madre y vive junto a su hermano en la ciudad de Capiatá. Trabaja ocho horas cada día manejando a destino y cuidando a sus pasajeros (unos 30 iban en el bus en el momento del robo).
“Yo hice eso porque me molesta que se le robe a la gente, a los pasajeros. Digo: ‘¿Cómo uno va a reaccionar si se le roba a su papá o a su mamá?’. Por eso nomás hice. Me molesta que a veces la gente diga ‘los choferes no cierran luego su puerta cuando hay robos, que los choferes se quedan quietos’. No es la primera vez que hago. Es la segunda o tercera. Antes manejaba internos (colectivos de ciudades del área metropolitanas o barrios) y esos colectivos ni puerta tenían”, cuenta González con sinceridad.
Poco importó que al dejar su colectivo haya generado una congestión en el tráfico, cuando la hora pico se va apaciguando, cuando el día de trabajo va muriendo. Miguel tenía un objetivo, y lo cumplió.
Dijo que solo cumplió con su deber al subir de vuelta al colectivo y entregar el teléfono a su dueña. Pero un largo y cerrado aplauso de sus agradecidos pasajeros lo convirtió en el héroe cotidiano que tanto necesitamos, en un país donde la tasa de criminalidad no hace más que aumentar.
abc color
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